¿DÍA DEL NIÑO O TRIBUTO A LOS DIOSES MESOAMERICANOS?
Autor: Dr. Roberto Rivera Pérez
En imagen: Cima del Cerro Tláloc y centro ceremonial prehispánico a 4,100 metros de altura sobre el nivel del mar (el más alto en Latinoamérica). En segundo plano: la Sierra Nevada del centro de México.
El pasado 30 de abril, al igual que en años anteriores, fue celebrado el Día del Niño en la región centro y sureste de México.
Esta festividad en el país, se caracteriza por la entrega de regalos, la oportunidad de asistir sin uniforme en las instituciones de educación básica (primarias) que así lo estipulan, distintos eventos culturales y recreativos (entre los que figuran la presencia de animadores, cantantes, magos, payasos, música de Francisco Gabilondo Soler “Cri-Crí” (1907-1990) y la partida del pastel). Sin mencionar, que algunos consorcios dedicados a la promoción de industrias culturales del entretenimiento, promovieron que los infantes se disfrazaran de súper héroes o princesas, y así recibir premios y entradas gratis al cine o a centros y eventos de diversión.
Al investigar sobre los orígenes, su desarrollo y las características de esta celebración, identifiqué que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) durante el 20 de noviembre de 1959, trató de instalar el Día Universal del Niño. Sin embargo, fue hasta el año de 1989, que tras la firma del acuerdo de la Convención sobre los derechos del niño, se acordó que cada uno de los países miembros –entre los que se incluye a México-, tendría que destinar por lo menos un día para el reconocimiento y ratificación de los derechos de la infancia, el combate a la vulnerabilidad, y la promoción del justo derecho a la salud, la protección y la educación. Sugiriéndose el día de la firma del convenio, es decir, el 20 de noviembre.
En el caso del territorio mexicano, ese día (el 20 de noviembre) corresponde a la celebración del inicio de la Revolución mexicana de 1910; y al ser una fecha oficial y de alto carácter nacional (propia de un rito histórico de paso –en términos de DaMatta (2002)-), sería una imposibilidad justificada los festejos del día del infante.
Sin embargo, durante el periodo prehispánico (antes de 1521), ya existían celebraciones, ceremonias y galanteos en relación a la fertilidad de la tierra, la llegada de la temporada de lluvias, el nacimiento y crecimiento del maíz, entre otras. Y es bien conocido –como lo sostiene Broda (2007), Cruz Bárcenas (2014), entre muchos otros-, que durante estas reuniones se hacía la entrega de dones verticales ascendentes, o exclusivos para los dioses.
Existe evidencia pictográfica, arqueológica, etnográfica y propia de la antropología contemporánea, que refiere a la sobrevivencia, la aculturación y distintas manifestaciones sincréticas que existen entre las celebraciones prehispánicas y su fusión con las solemnidades católicas. Un par de ejemplos concretos, son: la celebración de la Santa Cruz (03 de mayo), la cual está vinculada al cambio climático y el ciclo agrícola. Ésta, está seguida por los festejos de Corpus Cristi, los cuales coinciden completamente con el calendario agrícola en algunas partes del centro de México.
No obstante, un culto previo a estas dos solemnidades, refiere al sacrificio de infantes que se realizaba de manera ritual y ceremonial desde el mes de febrero hasta principios de mayo, cito: “Los sacrificios de niños continuaban hasta el mes IV Huey tozoztli, cuando se celebraba la fiesta de la siembra que precedía la caída de las primeras lluvias …Durán relata con detalle los ritos que culminaban con los sacrificios de niños en la cumbre del Cerro Tláloc en IV Huey tozoztli. Esta fiesta prehispánica de la siembra se celebraba a principios de mayo, y abarcaba tanto la petición de lluvias como los ritos propiciatorios del maíz …Al ser sacrificados en los cerros, los niños se incorporaban al Tlalocan, el espacio al interior de la tierra donde en la estación de lluvias germina el maíz. Así, que los infantes sacrificados se identificaban no solo con los tlaloque sino también con el maíz” (Broda, 2007).
Muy probablemente se pueda referir, al sincretismo de la celebración contemporánea del 30 de abril (Día del niño) aunada al Día de la Santa Cruz (03 de mayo), con la práctica de la celebración prehispánica del sacrificio de niños en el IV Huey tozoztli (finales del mes de abril y principios de mayo). Lo que también permite suponer, que la tradición mexicana aculturada se adelantó a la solicitud de la ONU de 1959.
Quede para la reflexión, la posibilidad de analogías ocultas, entre los orígenes, el desarrollo y la conclusión de ceremonias y demás festividades religiosas, nacionales, populares y públicas con la cosmovisión, la historia nacional y demás prácticas culturales de los distintos pueblos Latinoamericanos.
Bibliografía.
Broda, Johanna, (2007). Ritos mexicas en los cerros de la Cuenca: los sacrificios de niños en Broda, Johanna; Iwaniszewski, Stanislaw y Arturo Montero. La montaña en el paisaje ritual. México, INAH.
Cruz Bárcenas, Arturo. (2014). Estar en el monte Tláloc es sentirse en las nubes junto a los dioses en Periódico La Jornada, martes 21 de octubre 2014. Recuperado de: http://www.jornada.unam.mx/2014/10/21/espectaculos/a09n1esp
DaMatta, Roberto. (2002). Carnavales, malandros y héroes. México, FCE.
UNICEF. (2014). Día universal del niño 2014. Recuperado de: https://www.unicef.es/infancia/derechos-del-nino/dia-internacional-nino
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