El Octavo Saber
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Si usted está relacionado directa o indirectamente con el campo de la educación le sugerimos que conozca este libro.
Si no lo está, se lo recomendamos igual. Usted se sorprenderá al descubrir por qué el andamiaje de los sistemas educativos está montado sobre un sustrato completamente fuera de su tiempo.
Prólogo
El siete de diciembre de 2007 en la ciudad de México, durante un encuentro con jóvenes estudiantes de Multiversidad, Edgar Morin les explicó la importancia de contar con un diario de navegación para registrar la experiencia de aprendizaje, y seguidamente expresó:
Hay una cosa que falta en Los siete saberes, es el octavo saber. El octavo saber se puede llamar la historia, el tiempo. Sobre la historia tuve una entrevista con un profesor de la Universidad de Medellín [profesor de la universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia. N. del ed.], historiador, y se publicó en una revista de Colombia.
La idea es muy importante, también para nosotros y el universo. Hoy día, todo se mide con la dimensión del tiempo. El universo no es […] nació, se desarrolló, varias cosas, soles anteriores a nuestro Sol, […] hay algunos principios de la evolución. Cuando nace la vida es una revolución en la evolución, y la evolución continua de un modo de nuevo. La evolución de la vida, con la creación de todas las especies. Y cuando el momento llega, de la humanidad, con la cultura, hay otro tipo de evolución.
Pienso que además, para entrar en otra problemática, en la problemática del cambio de la mente, la capacidad de entender la complejidad, hay varias entradas. Hay una entrada con Los siete saberes, con los temas de la humanidad, el conocimiento, la comprensión, la época Es una entrada buena, porque cada una de estas nociones necesita religar datos de varias disciplinas.
Hay otra entrada más teórica si se puede decir, que permite pensar con las nociones de la dialógica, del bucle, etc. Más teórica, porque va con los problemas de la lógica. Pero hay una tercera entrada. A esto le dediqué un poco mi conferencia de ayer: digamos, enseñar una sensibilidad intelectual, una sensibilidad a la ambigüedad, a las ambivalencias, a la ecología de la acción, a todas estas cosas que nos encontramos cada día. Es decir, no ver las cosas de un modo sencillo, separado, sino con todos los aspectos, sobre todo si tenemos el curso de la mundialización que es una mundialización, y varias mundializaciones dentro de la mundialización, antagonistas. Entonces, es una entrada con una sensibilidad intelectual.
Pienso que hay varias entradas para llegar a un modo donde se integra naturalmente en la mente un modo de ver las cosas.”
(Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Uhwy4MZiFC0 )
La historia y el tiempo han acompañado de obra de Morin desde sus primeros textos, pues la preocupación antropológica que los atraviesa, les incluye. Y, no obstante, la idea de un octavo saber necesario para la educación del futuro, que reconozca la importancia de una sensibilidad al tiempo, a la historia, a lo acontecido y su lógica, sorprendió a los asistentes, estudiantes y maestros, por igual.
Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (Paris, 1999), cumplieron, y todavía cumplen una función esclarecedora y de orientación estratégica: frente a los desafíos del cambio global, la educación no puede perder su orientación hacia aquellos saberes imprescindibles para pensar y convivir en el mundo, lamentablemente ausentes de la agenda educativa tecnicista y orientada a la formación de especialistas, más que de ciudadanos.
Pensar la historia, el tiempo, como un octavo saber, animó el interés de los interlocutores, y estuvo en las conversaciones de aquellos días. Pensamos se trataba de una entrevista reciente, pero terminado el convite, al buscarla, se agotaron las vías, y no fue posible recuperarla.
Tampoco quedaba clara la identidad del historiador que había entrevistado a Morin.
Y pasó el tiempo, hasta que recientemente, la mención del octavo saber en el libro Reinventar la educación, motivó un intercambio de emails que reveló la identidad del profesor que había entrevistado a Morin: Eduardo Domínguez Gómez, historiador y profesor titular de la Universidad de Antioquia; Magister en Historia, Universidad Nacional-Medellín; Miembro correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia. Conocido estudioso del pensamiento complejo y coautor de uno de los libros más influyentes en la comunidad académica latinoamericana, en lo que a promoción y debate sobre el pensamiento complejo se refiere: Manual de iniciación pedagógica al pensamiento complejo (ICFES-UNESCO, 2002). La comunicación directa con Eduardo Domínguez trajo una sorpresa adicional. Al indagar por la revista donde había sido publicada la entrevista, conocimos que aunque el texto trascrito había sido revisado por Morin y Nelson Vallejo-Gómez, permanecía inédita. Coincidimos de inmediato en la importancia de que fuera publicada, por su valor documental e histórico, por la contribución que podía hacerse a la divulgación de la obra del maestro Morin, y también por su relevancia para el presente. Corren tiempos difíciles para la historia, la verdad, la sensibilidad a la finitud y la temporalidad de los procesos sociales. Desde los setentas, diversas teorías han hecho de la fragmentación su centro, y de la crítica a las concepciones totalizadoras de la verdad se ha pasado a igual crítica en esas teorías a la totalidad y la verdad en sí misma. El énfasis en el individuo y la fragmentación, y el movimiento del capitalismo contemporáneo hacia un consumismo extremo, que incluye el cuerpo y la trascendencia, se acompaña de una insuficiente atención en la educación, a la formación de la sensibilidad a estos asuntos, léase a la pertenencia a totalidades, comunidades, sociales y ambientales, a la temporalidad y la historia. Pareciera que basta con que nos conformemos con el presentismo abierto a los futuros inciertos, al que cada individuo será arrastrado. Juntos, el sentido del tiempo, la historia y la verdad han tenido que sortear escollos importantes también en el plano políticosocial, en cada país, como es el caso de Colombia y en general en el mundo.
Pensar el octavo saber no es un ejercicio exclusivamente teórico. Si educar es actuar, significa también adentrarnos en las problemáticas y los debates actuales. Entre ellos destacan el de las ideologías y la verdad político-social. Lo anterior explica la inclusión en este volumen de tres textos que acompañan ahora la entrevista: “Colombia necesita la comprensión mutua”, - mensaje enviado por Edgar Morin para el Seminario Colombia: Democracia y Paz en 1999- , “Vigencia de las ideologías políticas o por qué Fukuyama se equivocó”, y “Contra la evanescencia del criterio” de Eduardo Domínguez.
La entrevista a Morin, su mensaje de 1999, y su conversación con estudiantes en diciembre de 2007 nos presentan el octavo saber en su conexión con la necesidad de enseñar la comprensión humana, no al margen, sino mediante el examen minucioso de los procesos contradictorios, los antagonismos de ideas, la comunidad y diferencia irreductibles de los seres humanos. Su mensaje de paz, en esa matriz compleja, no es el de un aprendizaje de las bondades de la paz, sino la necesidad de un ejercicio sistemático en la escuela y en la sociedad, para el aprendizaje de la comprensión humana.
Los textos de Domínguez Gómez presentan la complejidad de las ideologías y los procesos ideológicos, su pertinencia y permanencia en la sociedad contemporánea, a pesar de los mesianismos que anunciaban su ocaso definitivo en los noventa. Un concienzudo análisis del concepto Ideología y su devenir, muestra su pertinencia y la necesidad de tomarlo en cuenta, pues las ideologías nos acompañan y las necesitamos.
Ideologías, conocimientos y posverdad encuentran en el ejercicio del criterio ciudadano, de pertenencia y coparticipación una argumentación convincente en los textos de Domínguez Gómez que, a su vez, rescatan el valor de la historia y la temporalidad. La lógica reductiva que, desde la crítica a las ideologías, los metarrelatos y las verdades definitivas sostiene la posverdad ambivalente, encuentra una respuesta argumentada y consistente, no en la postulación de una nueva verdad única y definitiva, sino en el ejercicio responsable del criterio.
En su conjunto, estos cuatro textos presentan al lector la importancia de enseñar la de la temporalidad, la historia, el conocimiento y la aspiración a la verdad; la pertinencia de aprehender la diversidad ideológica, y educar para habilitar el ejercicio ciudadano del criterio. En ellos encontramos un acercamiento al octavo saber necesario para la educación del futuro, para pensar y enseñar a pensar, desde la historia y con la historia, las realidades del mundo en que vivimos. Una enseñanza difícil, pues de ninguna manera es reducible a un ejercicio trivial de trasladar ideas y recordar el pasado, sino uno complejo y creativo, que permita comprender las ideas en su diversidad, sus antagonismos, sus tiempos y sus historias.
Por primera vez, el lector tiene en sus manos con este volumen, la idea original de Domínguez Gómez sobre el octavo saber, podrá leer como en la entrevista, el diálogo con Morin la hace crecer. Comprobará, que lejos de ser una conversación intrascendente, Morin la recuerda y la reconsidera en su diálogo con los estudiantes. Podrá acercarse a dos textos que recolocan el asunto en el terreno específico del debate contemporáneo sobre las ideologías y la posverdad. Y finalmente, y altamente relevante, comprobará que el mensaje de 1999, donde Morin enlaza la paz y la comprensión humana, conserva toda su vigencia, como ha reiterado el pasado 14 de julio, en su mensaje al Congreso Internacional Todos los saberes: la educación, pues la paz no se puede enseñar, y el conocimiento de sus bondades no es suficiente para que se realice. Necesitamos enseñar la comprensión humana, para a través de ella hacer realidad la paz.
Carlos J. Delgado
Ciudad de México, 25 de julio de 2018
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