161 # ¿HOMOGENEIDAD O HETEROGENEIDAD EN LAS AULAS? ¿A QUIEN EDUCAMOS?
Apellido: González Barrau
Institución Académica: Universidad Católica de Salta
País: Argentina
Título de la aportación: ¿HOMOGENEIDAD O HETEROGENEIDAD EN LAS AULAS? ¿A QUIEN EDUCAMOS?. La complejidad en el aula
Texto:
Universidad Católica de Salta
Lic. y Prof. En Psicología
Filosofía de la Educación
¿HOMOGENEIDAD O HETEROGENEIDAD EN LAS AULAS?
¿A QUIEN EDUCAMOS?
La complejidad en el aula
Luciana González Barrau
2012
“Integración, inclusión, exclusión, discriminación, diferencia, diversidad, educación para “todos”, educación para TODOS”, son palabras de uso frecuente en políticas educativas. Términos que están al alcance de todos, y están ahí para ser hablados hoy.
Referirnos a esto nos lleva necesariamente a plantearnos que la realidad compleja, posmoderna, globalizada, dinámica, cambiante en todos los sentidos y aspectos, no es fácil de comprender y es un tema a ser analizado desde una perspectiva filosófica integrando la dimensión social y política como indispensable al hablar de educación.
En un aula conviven no solo un grupo de sujetos a los cuales hay que transmitir ciertos conocimientos o contenidos. Hay allí 10, 20, 30, 40, más o menos deseos, proyectos de vida, ideas de vida, culturas, opiniones, expectativas, capacidades y necesidades, diferentes y desiguales. En fin realidades completamente distintas.
¿Cómo hacemos para integrar todo eso en una sola aula? ¿Hay que integrar? ¿Integrar condiciona? ¿Cómo se integra? ¿Qué es integrar? ¿Integrar genera la homogeneidad? ¿Cómo hacemos para educar en un contexto tan diverso? ¿Cómo hacemos para considerar cada una de estas diferencias nombradas anteriormente, sin caer en un aculturamiento o borramiento de la cultura, de los deseos, de los proyectos de vida diferentes?
A un chico perteneciente a los pueblos originarios, otro que vive en un pueblo alejado de la ciudad, a un chico que es parte de grupos urbanos marginales, a un chico de ciudad, a un chico de campo, ¿Debemos enseñarle lo mismo? ¿Podemos enseñar lo mismo? ¿Existe una distribución equitativa del conocimiento?
Enseñar en igualdad de oportunidades… ¿es enseñar justamente? ¿Qué tipo de oportunidades iguales? ¿Intelectuales? ¿De capacidades? ¿De necesidades básicas tales como vivienda, alimento, vestimenta?
Muchas veces se escucha decir “Para mí los alumnos son todos iguales” pero ¿En qué sentido? ¿En el que es más fácil educar como si fuera una sola persona? ¿En el que tenemos que educar como si fuesen todos iguales? ¿O en que todos aunque sean diferentes son iguales en sentido que se debe educar el mismo conocimiento y contenidos a todos? Hay que enseñar a todos por igual, pero ¿qué es enseñar a todos por igual? ¿Es igualar? ¿Es tapar? ¿Es no enseñar lo que se supone que ellos no podrán aprender? “Lo que se está haciendo es ¿igualdad u homogeneidad?”(Bresca, 2002)
¿Existe el tan preciado término Educación para TODOS y no para los que se supone que son “todos”?
En fin… ¿A quién educamos?
Muchas preguntas, pero ¿hay respuestas?, ¿son necesarias?, creo que por lo menos son necesarias respuestas a algunas cuestiones, o quizá sea bueno responderse con otras preguntas que ayuden ir avanzando en esto tan complejo que es la educación, en esto que es la educación EN la sociedad.
Pero creo que es esencial en este contexto tan diverso, en esta sociedad con cambios permanentes ir aclarando conceptos, ir conociendo conceptos, poder indagar sobre temas tan complicados como estos, poder tener en cuenta diferentes posiciones teóricas y experiencias reales, que puedan ayudar a determinar una perspectiva sobre este tema.
Olmo Pintado y Hernández Sánchez en el trabajo “Diversidad cultural y educación, la perspectiva antropológica en el análisis del contexto escolar” afirman que las leyes agrupan a los alumnos por su edad de nacimiento, tratando así de conseguir más homogeneidad posible con respecto a su proceso de desarrollo físico y mental. Antes los colegios se separaban por sexo, y todavía siguen existiendo. Todos estos criterios están buscando la homogeneidad en el grupo, una homogeneidad que permita pensar que cada alumno es igual que el resto del grupo y que por lo tanto, un profesor puede dirigir una clase como si fuera una suma de iguales, a los que se suponen los mismos mecanismos de aprender.
Estas particularidades y muchas otras que están implícitas en las aulas, en los modos de dar clase, en las formas de evaluar y en la forma de tratar a los alumnos; están presentes en algunos establecimientos y dan pie para hablar de escuelas que integran y no incluyen. Para tratar no solo en términos de pedagogía (tema que no nos compete en este ensayo) sino en términos de política educativa, en términos de ese algo más universal que una sola aula.
La diversidad en la educación muchas veces es sinónimo de problema, de dificultad, pero porque no entenderla como una posibilidad a una nueva realidad, como un ir más allá de lo esperado. “Cuando no se tienen en cuenta las diferentes necesidades y ofrecemos a todos lo mismo, no hacemos sino ignorar la diversidad generando aún más desigualdad” (Sagastizabal, 2006).
“Un enorme número de chicos se encuentra en un estado de abandono educativo, lo cual limitará con rigor el acceso a otros derechos, ya que la exclusión escolar alienta otras exclusiones en campos culturales, laborales y económicos. Como surge de un reciente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, el 53% de los menores de cinco años vive en hogares pobres, con dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Estos chicos son, además, afectados por una creciente desigualdad en materia educativa.” (Clarín, 2009)
“[…] existen razones socioeconómicas que le han restado, principalmente a los jóvenes, sentido y motivación por estudiar. La marginación y la exclusión de una considerable cantidad de argentinos marcan un límite para el estudio. Las urgencias de supervivencia llevaron a la deserción y a la salida del sistema educativo formal. Pero además, la escuela ha dejado de ser garantía para obtener un empleo y dejar la pobreza. Si en otras épocas era razonable decir “estudio para ser alguien en la vida” o para “progresar”, en la actualidad tal certeza no existe. Si bien hoy no podemos asegurar empleo a quien concluya con su educación básica, sí sabemos que sin educación no hay ninguna posibilidad de obtener un buen trabajo y, a través de él, mejorar la condición social de la persona. Al poner el énfasis en la contención afectiva y en la promoción alimentaria, la escuela se ha transformado en un espacio asistencial donde lo académico queda relegado […].” (Magdalena, Gustavo Javier. (2009) “La escuela secundaria: ¿Dónde está el problema?”)
Noticias como estas no tan alejadas en el tiempo, nos hacen ver que la educación tiene ciertas dificultades relacionadas con la inclusión de los alumnos en la educación. Nos hacen dar cuenta de que, sí, lo social es lo que mayoritariamente afecta a la educación, la exclusión social, provoca exclusión en materia educativa. Este es el planteo a partir del cual se va a desarrollar el presente trabajo.
Es por eso que este trabajo se estructurará de acuerdo a este planteo anterior. Estas ideas e interrogaciones, que parecen simples pero que entrañan una complejidad mayor, son los que me llevan a indagar la problemática centrando el trabajo en torno a un intento de acercamiento a la comprensión de la pregunta ¿A quién educamos?
La complejidad de la sociedad actual
Las personas somos necesariamente e indispensablemente sujetos sociales. Vivimos en un contexto cultural, social, económico y político determinado. Nuestra naturaleza, creencias y pasiones son un producto sociocultural, y tanto los conocimientos como la cultura que se intentar inculcar son un sistema de referencias, un sistema que pretende ser entendido por todos para poder formar parte, para poder hacer algo con esa naturaleza con esas creencias destinadas a la sociedad, y confluyentes en ella.
La sociedad actual ha sido sobrecargada de un término tan conflictivo como es el de posmodernidad. Poner un nombre a las problemáticas vigentes es algo que muchos buscan como razón para la acción, como razón para justificar el cambio, la transformación. Se busca dar un sentido con ciertas palabras a lo que nos pasa, a lo que acontece en la sociedad. Y es por eso que el término posmodernidad ha sido designado como el destacado en esta época de cambios.
El pensar en un hombre posmoderno surge a partir de la caída de la llamada ilustración de la modernidad, a partir de la caída de la totalización de la razón. La posmodernidad hizo que los pilares de la ciencia se vieran afectados por un relativismo y una apatía frente a las verdades totalizadoras y universales.
Para los planteamientos postmodernos todo vale, todo el pensamiento humano es relativo. La única certeza universal que parece admitirse es el relativismo, el cambio constante, la caída de paradigmas y la construcción de unos mejores que puedan ser vendidos en la feria de la posmodernidad.
La posmodernidad como vemos aquí hizo dar un giro de 180 grados a la sociedad. El enorme avance de las telecomunicaciones, de la influencia de los medios masivos de comunicación, ofertas, demandas, compradores compulsivos, créditos, preocupaciones por quien tiene más dinero, y quien no, competencia entre naciones, entre empresas, entre personas. El liberalismo económico, la libertad para todo lo que quieras hacer, para gastar y después volver a tener, para comprar y tirar, para renovar cosas, ideas, para renovar tu cuerpo, para vender tu cuerpo. La vida light, el hombre como sujeto de transitoriedad, como sujeto que está de paso en una sociedad que le ofrece todo lo que “necesita” y está allí para hacer sus “sueños” realidad. Sueños que al fin y al cabo son relativos, porque el relativismo es el boom de la actualidad.
Es por eso que se afirma que la sociedad de la actualidad debe ser entendida en términos de cambio, en el sentido de la complejidad. En la medida en que en esta sociedad se producen ciertas transformaciones en el hombre también se producen, y en la medida en que el hombre cambie, y sufra una serie de transformaciones del tipo que sea, la sociedad también cambia. Podríamos hablar de cierta circularidad en los efectos que produce un cambio constante.
En la actualidad vivimos tiempos de cambio conflictivo a múltiples niveles, que afectan a diversos órdenes (académico, social, económico, cultural, etc.). El impacto del saber científico y la información, la expansión global de la ecología que mueve conciencias hacia la percepción del peligro ambiental, la apreciación de la globalidad del mundo, la reconstrucción de las identidades nacionales, étnicas y/o lingüísticas, son algunos de los cambios a los que nos estamos refiriendo.
Las sociedades constituyen cada vez más grupos de gran complejidad porque forman parte de ella, personas portadoras de una gran diversidad física, social, religiosa, ideológica, lingüística, cultural, educativa, afectiva, deseante, etc. Personas que en lo único que son iguales es que son todos diferentes.
La postmodernidad trae consigo el fenómeno de la globalización y entonces vuelve a plantear con fuerza renovadora y extrema, las tensiones entre lo particular y lo universal, lo homogéneo y lo diferente.
Hablamos hoy de posmodernidad, de época más tecnológica, de fenómenos tales como los cambios culturales, cambio en el trabajo, en lo ético, en lo moral, en lo social. Todos estos ámbitos han transformado de tal modo el escenario, que han producido una nueva cartografía social.
Es decir una nueva configuración del hombre dentro de la sociedad, nuevos espacios a ocupar, y nuevas “categorías” en las cuales “ubicar” a los sujetos. Nuevos roles por adoptar, instituciones que se encuentran en un período de dessubjetivación, de resistencia al cambio y a la transformación; y ante todo ello una etapa de invención de nuevos roles que les permitan renovar estas instituciones y cambiar el modo de pensar y de ver la configuración familiar, social, institucional que se presenta.
Las características y condiciones de la postmodernidad tienen unas consecuencias y diseñan unas pautas de comportamiento, también, para las escuelas.
Debemos dar cuenta de cierta verdad que se nos plantea aquí como merecedora de gran importancia en los objetivos de hoy en día. Estos cambios nos hacen dar cuenta de que estamos viviendo en una sociedad cada vez más desigual en muchos planos de la vida social, y el sistema escolar tiende a diferenciarse reproduciendo las desigualdades sociales.
Siendo la escuela una institución en la que los alumnos que son parte de una sociedad posmoderna, de un conjunto de complejidades particulares, reflejan cada uno de ellos en su actuación y en su conducta, la contradicción y falta de ajuste que existe entre los viejos paradigmas tradicionales y los que demuestra la sociedad actual, es decir los paradigmas de “todo ya” y del “todo vale”.
Hay un predominio de una cultura que privilegia el egoísmo, lo privado, la lógica utilitaria y calculadora, y se ponen en contra muchas veces la acción colectiva, la solidaridad, lo público y el interés general. Muchos niños crecen y se desarrollan en medio de estas configuraciones sociales donde predominan la inseguridad, la angustia, la inestabilidad, el miedo, la ausencia de porvenir, la ausencia de esperanzas para seguir, y los pocos que las tienen muchas veces no llegan por aquellas competencias que se instalan entre “ricos y pobres”.
Todas estas características muchas veces son forjadas por las diversas formas de exclusión en la sociedad actual, no solo a partir de las nuevas transformaciones sociales sino también hablamos de aquella exclusión que se traslada al ámbito de la escuela, en términos de desigualdad de conocimientos, de materiales de estudio, de formas de relacionarse, diferencias en los vínculos y exclusión de aquellos que no están en las vías de los criterios que se consideran como válidos.
La complejización y la especialización que caracterizan a la sociedad industrial, genera una gran exigencia en relación con la preparación de las futuras generaciones: si estas no reciben una formación especializada corren el riesgo de "quedar al margen".
Cuando realicé la formulación del título de este capítulo acudí a mis conocimientos previos y a poder dar cuenta de que lo que pensaba formular y expresar es que la sociedad es compleja, y que la complejidad podía ser entendida en los términos que plantea Edgard Morín. La complejidad como concepto de este autor, refleja aquello que he formulado anteriormente sobre los cambios actuales, sobre las transformaciones constantes y sobre la diversidad de pensamientos, ideas, filosofías y valores presentes en la sociedad. La sociedad es un constructo de complejidad, donde orden y desorden están unidos, donde el desorden es el orden de la sociedad actual. Un mundo que incluye a la armonía pero esa armonía, está ligada a la disarmonía.
“Lo que el pensamiento complejo puede hacer es darle a cada uno una señal, un ayuda memoria, que le recuerde: No olvides que la realidad es cambiante no olvides que lo nuevo puede surgir y de todos modos va a surgir.”
Y es aquí en donde quiero remarcar la importancia de ligar estos temas que son de interés universal y que plantean una necesidad de unir lo social con el tema educativo. El desafío de insertar al sujeto que aprende en una sociedad transformada, en una sociedad caracterizada por la complejidad, una complejidad que hace a lo uno y a lo múltiple, al orden y al desorden de roles y deberes, a la armonía y la disarmonía entre lo que es y lo que debiera ser; y finalmente en esta posición es donde se encuentra la necesidad de preguntarnos para quien es esta educación, para que contexto, para que personas, para que individuos se plantean los conocidos objetivos.
Homogeneidad vs Heterogeneidad
Simplicidad vs Complejidad
La pregunta ¿A quién educamos?, me llevó a plantear el trabajo tratando de cierta forma responderme. Entonces llegué a la conclusión de que se educa a la sociedad en general, una sociedad que es, como se explicitó antes una sociedad caracterizada por la complejidad.
La educación ante esta sociedad que ha cambiado, actúa de diferentes formas, por un lado consideramos una propuesta simplista desde la terminología del autor Morín, que busca un orden “perdido” que sería lo que considero que es la homogeneidad. Y por otro lado, una propuesta que tome como recurso esa sociedad compleja para poder educar, es decir que se tenga en cuenta a estas nuevas configuraciones sociales para poder educar en la complejidad mediante el paradigma de lo que se considera como heterogéneo.
Este es el tema que está en debate, cuestión que pretendo plasmar en el siguiente apartado. El paradigma que se sigue en educación es el paradigma que plantea obtener ¿un todo homogéneo o un todo heterogéneo?
Es necesario indagar sobre estos conceptos para poder lograr una aproximación hacia nuevos planteos que deben darse en la educación, hacia nuevas preguntas como emergentes de este nuevo campo social.
Vivimos entonces en un escenario complejo. El modelo globalizador tiende a borrar más las diferencias y a instalar cierta uniformidad y homogeneidad mediante la moda, mediante ciertos parámetros de conductas que determinan a las personas como “iguales” y capaces de tener lo que todos tienen.
Pero ciertamente podemos dar cuenta que la doble cara de esta moneda, de este contexto complejizado; nos muestra sujetos diferentes en deseos, en actitudes, en pensamientos, en filosofías, que generan una tensión dentro de la sociedad. Y esta tensión se extiende al ámbito de la escuela. Una tensión que domina las aulas y los debates educativos. Las diferencias de clases, las diferencias económicas marcan una distancia kilométrica entre lo que unos pueden obtener y otros no, entre la posibilidad del conocimiento para unos y en la no accesibilidad del saber hacia otros.
La escuela ante esta tensión elige el camino más fácil, el camino de la simplicidad, el del orden del universo. Una escuela que no sabe cómo manejarse en este contexto actual y que prefiere educar a aquellos que asisten, de la forma en que más convenga para el docente y para la escuela.
Un aula con alumnos que no tienen las mismas características es difícil de educar, entonces hay allí un desafío por superar. Ante este nuevo reto la cultura de la posmodernidad opta por lo simple, por lo fácil de resolver, por lo que fue por historia siempre igual.
La idea de que se educa homogeneizando, muchas veces se plantea en el sentido de igualdad pero… ¿Igualdad para quién? ¿Igualdad de qué? Muchas veces pareciera que a través de la frase igualdad de oportunidades se lleva con ella una diferencia, y se demuestra que todos tenemos que ser iguales. A los niños en las escuelas se les miente, en su realidad concreta, como puede caber la idea de que el que tiene al lado es igual a él. Cuando una maestra dice: “Chicos acá somos todos iguales” (frase comúnmente usada por maestras de cursos iniciales) como comprende el niño que son todos iguales si el niño que tiene al lado es muy diferente a él, no juega igual, no tiene las mismas características físicas, no quiere las mismas cosas, no habla igual. De esta manera consciente o inconsciente ¿no se está discriminando y construyendo una actitud de intolerancia e insolidaridad hacia el otro?
Cuando planteo la idea de una escuela que homogeniza, no me refiero a una escuela tradicionalista, con ritos, prácticas y costumbres que pueden caracterizarse de totalizadoras mediante prácticas como uniforme y/o vestimenta, peinado, formación, sino a aquella escuela que pretende mediante su práctica crear en los estudiantes un pensamiento común a todos, fácil de “manejar”, coartando sus libertades de pensamiento y de expresión. Aquella escuela que intenta borrar diferencias porque se cree que son difíciles de manejar.
“Cuando se funda el sistema escolar de masas se impone un diseño institucional homogéneo. La escuela típica se diseña en función de un alumno ideal. El niño de 6 años que se incorporaba a la escuela debía reunir una serie de requisitos tales como interés y motivación por el estudio, saber hablar, mantener un comportamiento correcto, aseo, puntualidad, responsabilidad, disciplina, salud, alimentación, contención afectiva.”
Pero podemos pensar aquí que pese a esta igualación formal del guardapolvo blanco, estos niños que ingresaban a la escuela se diferenciaban según características personales, culturales y sociales de distinta índole. Y entonces en este igualitarismo ideal que se pretendía había dos polos típicos. Aquellos que se acercaban al poco del alumno ideal, y los que se alejaban grandemente de esta imagen que eran los responsables de su propia exclusión y fracaso escolar.
La práctica educativa está dominada por la lógica de la homogeneidad, fundamentada en la búsqueda de una uniformidad en el grupo clase, que no existe como tal, que es desconocida por aquellos que la dirigen. Estos planteamientos educativos dirigen su actuación con la cual se pretende que todos aprendan de la misma manera con las mismas características y en un mismo momento y acción es un modelo educativo más preocupado por la categorización o la selección de los alumnos que por su formación o educación.
La escuela como institución homogeneizante choca frontalmente con la heterogeneidad de la sociedad y sus miembros. Aun así, el poder socializador de la escuela radica en que determina cuáles son las metas sociales, a modo de fines instrumentales, más convenientes para la tradición y orden establecidos, estipula cuales deben ser las ideas predominantes en los individuos, afirma que conocimientos son los que deben ser dados en un determinado grupo de sujetos y cuáles no porque “no pueden aprender más que eso”. Enseñar bajo una idea de que lo simple es lo más fácil y lo que va a dar más provecho es un paradigma equivocado, una idea que busca reducir las diferencias a un todo homogéneo que participe no solo de las mismas ideas sino que comparta una filosofía de educación y de vida que no contempla sus diferentes vidas que no tiene en cuenta su ser.
La tendencia a la homogeneidad sería considerar que todos los alumnos deben ser iguales, y que todos deben tener los mismos conocimientos y las mismas respuestas ante ellos, pero es caer en un ordenamiento de la realidad que solo existe en los sueños y no existe en la verdadera realidad, es caer en un paradigma de simplicidad:
“El paradigma de simplicidad es un paradigma que pone orden en el universo, y persigue al desorden. El orden se reduce a una ley a un principio. El principio de simplicidad o bien separa lo que está ligado o bien unifica lo que es diverso.”
El paradigma de la homogeneidad produjo que muchas veces la exclusión en las escuelas no se vea en términos de expulsión de las mismas sino en términos de abandono escolar y deserción por la decadente utilidad que tenían las escuelas. Muchos jóvenes no ven a la escuela como la institución que además de la familia busca la socialización la humanización y la formación integral de la persona como ser en libertad de elección.
Veo a la homogeneidad en la educación como el claro paradigma de simplicidad que presenta Morín, en el cual afirma que éste unifica lo que es diverso, y que produce el desorden que se genera solo aplicando un orden o un principio universal que rige el mundo, que rige a la cultura.
Como ya afirmamos anteriormente en la actualidad se debe reconocer al otro como sujeto culturalmente contextualizado. El desconocimiento de la cultura tanto del alumno como de su grupo de pertenencia se evidencia en el lugar que ocupan los estereotipos en las representaciones sociales vigentes.
La comprensión del sujeto que interactúa con otros sujetos en una realidad planteada desde la diversidad no es sólo un reto para romper con viejos discursos, sino también para poder empezar a actuar con el paradigma de complejidad que nos plantea fielmente la sociedad.
Ante una sociedad compleja ¿por qué responder con algo que busca la simplicidad…?
No parece adecuado pensar hoy en la escuela que homogeneíza con el objeto de buscar un modelo incuestionable socialmente, con necesidades educativas equivalente. Menos aún puede aceptarse la escuela que evite el conflicto. La interacción conlleva conflicto, y el conflicto activa la posibilidad de crecimiento y construcción en lo múltiple.
Por eso, la escuela de hoy debe asumir el paradigma de la heterogeneidad, debe asumir la diversidad como una realidad con la cual los sujetos permanentemente interactúan. Nuevamente podemos decir que el paradigma de la complejidad de Morín está presente en este planteamiento. La idea misma de complejidad lleva en si la imposibilidad de unificar, la imposibilidad del logro, una parte de incertidumbre, una parte de indecibilidadd y el reconocimiento del encuentro cara a cara con lo indecible. Lo indecible, lo que no se puede decir lleva al conflicto de tener que buscarle un sentido, a tener que retomar lo que está allí para darle rosca hasta que nuevamente encontremos en lo complejo, lo nuevo, lo poderoso del conocer y del saber.
La heterogeneidad en las aulas es un hecho natural y evidente que refleja la realidad social cotidiana, es decir que refleja la complejidad que esta indudablemente en la sociedad. Esta heterogeneidad se ha percibido demasiadas veces como un estorbo que es necesario dominar, fijar o si es posible eliminar. No se puede convertir la escuela en un club exclusivo de unos pocos que margina a otros.
La heterogeneidad como ya vimos trae consigo misma complejidad, confluye con la interacción entre las partes, entre los alumnos y los maestros entre ellos y el conocimiento y los saberes, es decir que conlleva la palabra conflicto que por ende plantea el desafío y ante los desafíos se plantea el problema de la resistencia ante ellos y como resultado de la misma resistencia una invención de una especie de “producción en serie de alumnos”.
La lógica de la heterogeneidad está en la base de un proceso de intervención educativa abierta a la diversidad, que responde a las demandas de todos los alumnos, porque reconoce y acepta las diferencias individuales. Promueve el desarrollo de estrategias pedagógicas que asumen las diferencias no como un hecho lastimoso y problemático, sino como una demostración de normalidad que enriquece la realidad social y educativa.
La educación en este mundo va a requerir entonces una mirada a múltiples necesidades, a múltiples contextos y complejidades implicadas en la sociedad, enlazadas a los sujetos de aprendizaje. La mirada hacia este sujeto, hacia el otro y con el otro debe ser el cambio significativo que debe adoptarse en estas medidas de educación ante la nueva sociedad actual. El compromiso que adquiere la escuela con ese sujeto se orienta a la necesidad de educarlo para vivir y aceptar la complejidad de lo heterogéneo, respetando la instancia de ser distinto y la relevancia que implica la intervención educativa en general, y docente en especial, a partir de tales diferencias.
Homogeneidad y heterogeneidad son dos conceptos contradictorios y que en este apartado han sido comparados específicamente con los términos de simplicidad y complejidad de Morín respectivamente. Creo que es en la heterogeneidad que se ve la complejidad no solo de la sociedad sino de la escuela y del sujeto que está en éstas aulas esperando ser reconocido, o esperando algo, que quizá todavía los educadores no lo encuentren pero que debe buscarse y producirse revoluciones para encontrarlos.
¿A quién se educa? ¿A “todos”? o ¿A TODOS?
El dilema de la integración y la inclusión educativa
Desde el paradigma de la heterogeneidad debemos afirmar que la integración y la inclusión son temas que están en boga, y que son como dije al inicio de este ensayo temas que están ahí para ser hablados, cuestionados, y reflexionados con profundidad.
¿A quién se educa en esta sociedad descripta como compleja y difícil de abordar? ¿Cómo emprendemos el camino de comprender la integración, la inclusión, la educación desde el paradigma de la heterogeneidad? ¿Qué significa que eduquemos a “todos” o a TODOS?
La educación debe ser no sólo un derecho de todos y estar considerado por las leyes que nos rigen como sociedad y comunidad, sino que debe ser una posibilidad, una aspiración de los sujetos a su crecimiento como persona. Pero ¿cómo se logra que la educación no sea entendida en términos de “reclutamiento”?
Para ello es necesario que se tenga en cuenta el paradigma de la heterogeneidad, la idea de que a quién educamos no es solo un tema de políticos y de leyes, sino un tema que nos afecta a todos, a los que opinan, a los que critican, enseñan, cuidan, dirigen, representan. No es sólo un tema político es un tema social, filosófico y de ética.
Se debería educar a TODOS, eso no está en duda, y cuando se afirma esto debemos tener en cuenta que muchos quedan fuera de esta gran palabra que es todos. En las leyes se plantea que el objetivo es educar obligatoriamente a todos los ciudadanos que habitan el territorio del país, pero ciertamente ¿esto es así? Creo que si fuera así no habría tantos dilemas, artículos, estudios y críticos que traten sobre el tema a quién integrar, como integrar, qué es integrar y que implica la integración, cuánto cuesta en términos de dinero, en términos de esfuerzo. Creo que si fuera verdad todo lo que dicen las leyes no habría tanto desempleo, no habría tantos reclamos, no habría niños en la calle. El olvido, y la exclusión de algunos sujetos de la escuela no son sólo de la escuela edificio sino que es la exclusión de la escuela como institución de socialización, como institución que acompaña a un sujeto a su crecimiento personal, a su descubrimiento.
Un cambio de paradigma en la sociedad compleja debiera tratarse de un cambio de la simplicidad a la complejidad de la homogeneidad a la heterogeneidad.
No parece adecuado pensar hoy en la escuela que homogeneíza con el objeto de buscar un modelo incuestionable socialmente, con necesidades educativas equivalente. Es más no podemos aceptar a esa escuela que huye del conflicto. La idea de complejidad en la escuela es como dijimos la idea de complejidad social y la complejidad lleva al desorden, a la desorganización y esta desorganización se produce porque hay interacción entre las partes que la componen.
Dice Edgar Morín en su libro “El pensamiento complejo”:
“La agitación en el encuentro al azar, son necesarios para la organización del universo. El mundo se organiza desintegrándose.”
La interacción conlleva conflicto, y el conflicto activa la posibilidad de crecimiento y construcción en lo múltiple. Por eso, la escuela de hoy debe asumir el paradigma de la heterogeneidad, debe asumir la diversidad como una realidad con la cual los sujetos permanentemente interactúan.
“Las diversidades deberían ‘desorganizar el sistema reorganizándolo’”. (Morín, 1995)
Lo complejo, lo diverso, lo múltiple debe ser aquello que este allí para producir un corte en el ordenamiento de la sociedad en la homogeneidad que se pretende subsumir al alumnado, las diferencias de cada uno están allí para ser mostradas para ser representadas por cada uno y para poder desorganizar el mundo, la sociedad, la escuela, el aula, para poder volver a ordenarlo y reorganizarlo de modo que lo homogéneo se convierta en lo heterogéneo.
La educación ante el cambio de paradigma es un planteamiento intercultural. La educación intercultural significa sobre todo interacción, intercambio, apertura, solidaridad y comunicación. Pero también significa poder dar cuenta de la diversidad, atender a ella como un proceso complejo y como una parte necesaria para la educación no sólo a fin de concretar la inclusión por ejemplo de pueblos indígenas o chicos con capacidades diferentes, sino a aquellos que por muchos son llamados chicos de las clases más subordinadas y excluidas que no están en condiciones de aprender lo mismo que los “chicos normales” por ejemplo. Muchas veces la focalización sobre los más desfavorecidos tiende a la conformación de separaciones y jerarquizaciones institucionales.
La categorización divide a la gente en grupos que establecen expectativas no naturales, que crea fronteras entre la gente, que fomenta el elitismo entre unos cuantos y la falta de confianza y autoestima en los demás.
La educación debe tener capacidad para educar a TODOS y no debe ni puede dirigirse sólo a unos pocos. La igualdad de oportunidades en la educación no significa que todos deban aprender lo mismo a la vez, significa que todos tienen las mismas oportunidades para aprender y no se clasifica ni a los alumnos ni a los curriculum por categorías.
El término igualdad hacer referencia a la capacidad que se debe formar con el tiempo y el esfuerzo por poder reconocer en el otro sus diferencias, derechos, deseos, necesidades, aspiraciones, y características particulares.
“Si reconociéramos al otro como distinto a nosotros y esto fuera lo natural, no existirían sentimientos de discriminación, racismo e intolerancia”
La igualdad de oportunidades en la escuela se inicia ofreciendo a todos los alumnos la oportunidad de aprender con y de sus compañeros y amigos, puesto que todos tienen algo para mostrar, enseñar, participar, todos tienen también derecho a la autoconfianza, a la motivación y a expectativas positivas para promover en lugar del fracaso educativo el éxito educativo.
La atención a la diversidad es un proceso complejo en el nuevo modelo de escuela que exige un gran esfuerzo no sólo por parte de los docentes de apoyo, sino por todos los docentes de la escuela, quienes son responsables del funcionamiento y organización de la misma. No se trata de cambios cuantitativos en los elementos del currículo escolar tales como la disminución de contenidos, su empobrecimiento, sustitutivos de objetivos, sino que implica cambios cualitativos en la concepción de la educación, en el modelo curricular y en la organización escolar. Se trata de un elemento sustantivo en una sociedad instalada, de un paradigma que rija por sobre todas las cosas.
La incorporación a la escuela de los alumnos, que han sido marginados y segregados históricamente por sus capacidades por sus características físicas, por su sexo, raza o clase social, significa evidenciar al máximo la existencia real de una heterogeneidad entre los alumnos y obliga a una valoración positiva de la diferencia que pasa no sólo por su reconocimiento y admisión sino también y sobre todo por su aceptación como algo natural y ordinario.
La interculturalidad, la heterogeneidad, el educar para TODOS, la integración, se tratan de poder llevarlos no solo en lo teórico como libro guardado y con polvo, sino en la vida para enfrentarnos a situaciones que la vida misma como complejidad nos presenta.
Educar desde concepciones de rechazo y separación, de categorización y de tomar al todo sin tener en cuenta las partes, es transitar por el camino de lo fácil y de la simplicidad.
Si todos somos iguales en dignidad, nos distinguimos por nuestras particulares dotes, nuestras ideas y creencias y que esta diferencia es, entonces, una fuente de enriquecimiento. Y que esta diferencia nos puede hacer más fuertes en tanto la tomemos como un diamante en bruto a la cual hay que doblegar en sentido y llevarla hasta los más altos niveles de comprensión y de entendimiento para que pueda ser considerada una ventaja, un beneficio, una posibilidad de enseñanza.
Una escuela para todos debe no sólo reconocer sino respetar las diferencias y ello exige un algo grado de individualidad. No debemos restringir las posibilidades de adquirir unos conocimientos y habilidadades que podrían ser útiles en un futuro.
La escuela inclusiva se presenta como una respuesta que no sólo reconoce, sino que además valora, la heterogeneidad del alumnado, al centrarse en el desarrollo de las potencialidades de cada cual, y no en sus dificultades.
Y para finalizar… ¿A quién educamos?
Al plantearme el tema sobre el cual realizar este ensayo, se me planteo la problemática de pensar en un aula a la cual como futura docente podría acudir, y en la cual se me presentarían realidades diferentes, ideas diferentes, culturas diferentes, deseos y necesidades diferentes.
Preguntas como en el inicio del ensayo se me ocurren ahora, y así pasó durante todo el trabajo, mientras más bibliografía leía más cuestiones se me ocurrían y más necesidad de respuesta pretendía.
Hasta que llegue al texto de Morín y recorte una frase de su libro “El pensamiento complejo” que logró convencerme:
“La conciencia de la complejidad nos hace comprender que no podremos escapar jamás a la incertidumbre y que jamás podremos tener un saber total. La totalidad no es la verdad. Creo que la aspiración a la totalidad es una aspiración a la verdad y que el reconocimiento de la imposibilidad de la totalidad es una verdad muy importante.”
Este trabajo me llevo a reconocer la complejidad no solo de la sociedad, no solo de la educación, sino del pensamiento, del planteamiento de cuestiones que nunca se me habían ocurrido. Y pensar en responderme me llevo a preguntarme más y más. Si bien en el último apartado pretendo dar algunas respuestas frente a la pregunta inicial, no creo que haya respuestas definitorias a tal cuestión y respuestas que sean satisfactorias a todos.
Es por eso que a partir de otros textos encontré una frase muy cierta y que pensé que era la más adecuada a las cuestiones que se me plantearon en la realización de este trabajo y adecuadas para la conclusión del mismo:
“No todas las preguntas pueden ser respondidas, ni todas las repuestas son satisfactorias”
Bibliografía:
• Adriana Arpini, Rosa Licata; compiladoras. (Mendoza, Argentina 2002) “Filosofía, narración, educación: Educación intercultural, ¿Una educación de y para todos? Silvina Bresca Silvina Bresca”.
• Alemañy, C. (Abril 2009) “Integración e inclusión: dos caminos diferenciados en el entorno educativo.” Cuadernos de Educación y Desarrollo. Vol. 1, Nº 2
• Fernández, Alicia. “Para aprender, poner en juego el saber” Cap. 2
• Magdalena, Gustavo Javier. (2009) “La escuela secundaria: ¿Dónde está el problema?”
• Morín, E. “Introducción al pensamiento complejo”. Ed. Gredisa.1995.
• Sagastizabal, María de los Ángeles (Coord.) (con Perlo, Claudia, Pivetta, Bibiana & San Martín, Patricia). (2006). “Aprende y enseñar en contextos complejos. Multiculturalidad, diversidad y fragmentación.” Buenos Aires, Argentina: Ediciones Novedades Educativas.
• Tenti Fanfani, E. (Agosto, 2011) “La escuela y la cuestión social. Ensayos de sociología de la educación”. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Linkografía:
• http://edant.clarin.com/diario/2009/09/08/opinion/o-01994186.htm
• http://www.revistacriterio.com.ar/cultura/la-escuela-secundaria-%C2%BFdonde-esta-el-problema/
• http://www.salvador.edu.ar/icc/Investigaciones/Alisedo_Graciela_y_otros_2003_Ensenar_en_un_mundo_desigual_y_plural.pdf
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